¿Qué es la educación?

¿Qué es la escuela? ¿Y la educación? ¿Alguna vez te has hecho ésta pregunta? ¿Por qué enviamos diariamente a los niños a las escuelas? ¿A recibir educación? ¿Pero qué clase de educación?

Los orígenes latinos de ambas palabras distan mucho de lo que hoy podríamos entender por educación. «Escuela», del latín «schola», significa tranquilidad y tiempo libre. Y educación, del latín «educere», significa desarrollar el intelecto desde las propias potencialidades del educando, es decir, sacar o extraer lo mejor que el niño lleva dentro como potencialidad humana. Entonces ¿Qué ha pasado para que hoy en las escuelas se eduque justamente en lo contrario? Hemos pasado de sacar lo mejor del individuo a hacer de la educación una mera transmisión de conocimientos, a “meter” en la cabeza del niño cantidad y cantidad de información sin pararnos ni siquiera a pensar si la está entendiendo o si le va a ser útil.

¿A qué vamos a la escuela? ¿A formarnos como personas, como seres humanos que somos? ¿O vamos únicamente a que “nos llenen” la cabeza de contenidos? La educación debe ser mucho más que la simple transmisión de conocimientos. La escuela debe atender al individuo como ser humano único e irrepetible que es. La educación de hoy está más comprometida con el sistema que con el niño. Por ello, nos reafirmamos en la idea de que educación existe cuando hay una relación y un compromiso real entre el maestro y el estudiante, y no con el sistema. El problema viene cuando el maestro prefiere ser fiel al sistema antes que al niño. Es una cuestión que toda persona que se dedica o quiere dedicarse a la educación debe cuestionarse constantemente, y muy pocos se plantean.

El sistema educativo tiene el objetivo de crear un modelo de ciudadano determinado. Una sociedad es el reflejo perfecto de la educación y los valores que en ella se transmiten. Nuestra educación fomenta la competitividad, la dependencia o el individualismo, tres características con base en el miedo. Si tan claro tenemos que vivimos en una sociedad sumida en las guerras, el hambre o la desdicha, quizás va siendo hora de cambiar nuestro modelo educativo y crear un tipo de individuo con otras características, con otros valores.

Queremos una sociedad mejor, nos quejamos diariamente de la desdicha de mundo, de las guerras, del hambre, de la miseria humana. Pero somos incapaces de entender que para que se pueda producir un cambio hay que crear un ser humano diferente, con otros valores. Hay que educar de otra manera, sin miedo, desde el respeto al ser humano. Porque únicamente un ser humano educado en la paz será capaz de llevar paz entre los hombres.

 

“La educación no es lo que el maestro imparte, sino un proceso natural que se desarrolla espontáneamente en el individuo humano; la educación no se adquiere escuchando palabras, sino por virtud de experiencias efectuadas en el ambiente. La función del maestro no es hablar, sino  preparar y disponer una serie de motivos de actividad cultural en un ambiente especial.” – María Montessori. (La Mente Absorbente del niño).

 

Necesitamos escuelas que atiendan y respeten al niño, escuelas creadas para atender sus necesidades atendiendo a la etapa de desarrollo en que se encuentren, escuelas conectadas con la sociedad en la que vive, con adultos responsables que conozcan las necesidades de los niños, con responsables educativos que conozcan las necesidades de los profesionales de la educación. Necesitamos humanizar la educación, porque está más que demostrado que el sistema actual no funciona.

Necesitamos una educación que fomente la independencia y que no se base en crear individuos dependientes. Hoy, tu hijo ya no necesita recibir educación para formar parte de una cadena de montaje. Hoy, tu hijo necesita recibir una educación que le permita descubrir sus potencialidades desde muy pequeño.

Desde bien pequeños, la educación recibida basada en la dependencia nos hace invisibles a nosotros mismos. La tradición nos dice lo que tenemos que hacer…los libros y la televisión nos dicen lo que tenemos que hacer… la religión y la sociedad nos dicen lo que tenemos que hacer…. Y entonces, ¿Qué hacemos aquí? ¿Es únicamente la misión del ser humano la de reproducir modelos ya impuestos? De ahí nuestra continua infelicidad, nuestros problemas. Porque no estamos siendo quienes realmente somos; porque con tanto adoctrinamiento, no tenemos tiempo para escucharnos, no tenemos tiempo para mirarnos, para sentirnos, en definitiva, para saber quiénes somos. Nada ni nadie puede realizar el proceso de autoconstrucción sino es realizado por uno mismo.

Un sincero, serio y respetuoso proyecto educativo, deberá siempre favorecer espacios donde se pueda pensar, donde se pueda crear. No es una utopía, es real, porque está ocurriendo en muchos lugares. Pero necesitamos que el adulto entienda de verdad el significado de la educación, el significado de la vida y el arte de vivr. Solo los niños que sean educados de una manera diferente podrán crear un mundo diferente, y los adultos tenemos mucho que decir en dicho proceso. Los educadores somos los grandes responsables del futuro de la vida de una persona, y eso es mucho decir, pero apenas si socialmente somos conscientes del daño que un educador o la escuela puede hacer a una persona.

La educación no puede basarse únicamente en un proceso a través del cual se considere como “apto” al niño o al adolescente que mejor reproduzca o “vomite” unos textos memorizados (que no aprendidos) unos días antes, y considere de “no apto” al niño con inquietudes, incapaz de memorizar, pero muy interesado en aprender. Los adultos sabemos que no es así, que la comprensión no se identifica con un número del 1 al 10 y nos autoengañamos, o peor aún, engañamos y perjudicamos a los niños. Pero ahí seguimos, reproduciendo modelos fracasados, y todo por no salir de la famosa “zona de confort”. Haciendo lo mismo de siempre, pretendemos obtener resultados diferentes. Así somos.

La escuela tradicional está estructurada de ésta manera. No hay tiempo para dedicarle a los niños individualmente y acabamos señalándolos con un número y un daño colateral que el niño llevará en sus espaldas el resto de su vida. Conozco a muchas personas que la escuela no ha sabido identificar sus fortalezas de niños, y que ya de adultos, han desempeñado labores profesionales realmente exitosas. Pero a pesar de los años y de su éxito, continúan y continuarán llevando el cartel de “malos estudiantes”. Una gran injusticia social.

Nuestra educación es “bulímica”, no importa lo aprendido sino lo memorizado. Acumulamos textos a través de la memorización y luego los vomitamos en un papel. Nadie le va a preguntar al niño si ha aprendido, le vamos a valorar que su texto se parezca lo máximo posible al texto donde lo leyó y memorizó. Al que mejor memoriza, el sistema escolar lo cataloga de inteligente, al que necesita comprender, el sistema escolar lo aparta y lo etiqueta de inepto para los estudios, y lo que es peor, inepto para el aprendizaje. Sí, es injusto, una auténtica aberración. Lo peor de todo, que lo sabemos, pero seguimos reproduciendo el modelo a pesar de todo.

 

«El maestro sólo es útil si no está utilizando la enseñanza para alimentar su vanidad o como un recurso para su propia seguridad» – Jiddu Krishnamurti

 

La educación no pertenece a nadie. Educar es mucho más que la simple transmisión de conocimientos. Educar es crear un ciudadano libre y responsable, la educación debe ayudar al individuo a resolver preguntas tales como ¿Quién soy? o ¿Qué puedo hacer yo para mejorar el mundo en el que vivo?

Para que un niño pueda comprender, necesita que respeten sus ritmos de aprendizaje, necesita ver la verdad de las cosas por él mismo, y para todo eso, necesita tiempo. Tiempo para observar, para analizar, para incorporar y para actuar. No somos números, somos personas, somos seres humanos avalados por millones de años de evolución.

Ofrezcamos, pues, una educación comprometida, no de ricos y pobres, no de orientales y occidentales, no de católicos y musulmanes, no del hombre contra el hombre. Ofrezcamos una educación de igual a igual con el ser humano, con el mundo en que vivimos y con el universo que compartimos.

 

-Pedro Valenzuela

Foto: Daiga Ellaby