Slide Una nueva educación para
un nuevo mundo.
Te invito a desaprender lo aprendido,
a derribar estructuras artificiales
para conectar con el verdadero
sentido de la educación.

La historia de la educación se inclina más bien hacia el lado del adoctrinamiento, el condicionamiento o la inoculación de ideas, siempre sin tener en cuenta ni los intereses ni las necesidades del ser humano.

Si hay un momento de nuestra reciente historia donde nace la educación tal y como la conocemos hoy, es en la educación que aparece a partir del S. XVIII, que es estructuralmente la misma a la que hoy acuden tus hijos y a la que un día acudiste tú mismo. Sí, parece increíble, pero sigue siendo así.

 

A partir del S.XVIII se le otorgan al Estado, como representante de la sociedad civil, una serie de actividades y funciones que hasta el momento venía desempeñando la iglesia en solitario o cooperando con las instituciones civiles.

La educación es entendida como la vía de asentar un Estado fuerte, con ciudadanos dóciles, buenos soldados y eficaces funcionarios. El Despotismo Ilustrado, con su ideal de “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, considera que el ciudadano sencillo e ignorante es incapaz de saber qué le conviene y que hay que tratarle (por su bien) como a un menor. Consideran pues, que la solución pasa por establecer un sistema educativo donde el Estado se asegure de que sus ciudadanos reciben la información que a éste le interesa. 

 

¿Te sigue sonando todo esto en días como hoy?

 

En esa misma época, la política educativa de Guillermo I (1668-1740) es la que crea la universalización de la educación elemental dirigido, inspeccionado e impulsado por la autoridad civil, aunque con una fuerte impronta religiosa. Posteriormente, la política educativa de Federico II el Grande (1712-1786) aspira a que el Estado lleve el peso de un monopolio educativo de carácter exclusivo y excluyente. La Iglesia para nada intervendría en educación y su papel se limitaría a impartir la enseñanza de religión.

 

En 1763 firma el “Reglamento General nacional escolar”, en el que se fija la obligatoriedad escolar para todos los niños comprendidos entre los 5 y los 14 años, e hizo obligatoria la preparación de los maestros, prescribiendo que ninguno pudiera enseñar sin disponer del título correspondiente. Finalmente, durante la Ilustración francesa, se establece que la educación primaria será un derecho universal, gratuito y obligatorio, pues se considera la educación como un instrumento al servicio del estado a través del cual realizar su ideal de perfección, bienestar, progreso y justicia.

 

Como puedes observar llevamos siglos repitiendo patrones. Nuestro sistema educativo ha caducado. Nos esforzamos en evolucionarlo, pero no podemos más que darlo por perdido, no da más de sí. Lo más honesto que podemos hacer es “darle las gracias” por habernos sido útil en un momento dado de nuestra evolución, pero hoy ya no tiene sentido, pues es anticuado y obsoleto. ¿Si seríamos incapaces de recibir una intervención quirúrgica con medios de hace más de dos siglos, por qué permitimos que nuestros hijos sean educados en un sistema educativo con base en los ideales del S. XVIII?

Las necesidades educativas de hoy ya no pasan por contribuir al principal objetivo de la era de la industrialización del S.XIX, que era el de crear en masa productos idénticos.

Seguir formando a individuos con competencias y habilidades de un mundo que no existe es abocarlos al fracaso. Urge el cambio. Empieza por cambiar ahora mismo y adáptate a la nueva realidad que está emergiendo.

 

Forma a individuos que puedan desarrollarse, que reconozcan su dignidad y que puedan poner su talento al servicio de esta nueva realidad.

 

Educación pública sí, pero no al servicio del Estado y sus miserables intereses. Educación pública al servicio de niñas y niños, del ser humano, para poder cubrir así las verdaderas necesidades que tenemos como seres humanos únicos e irrepetibles que somos.

Llevamos siglos repitiendo patrones. Nosotros mismos hemos establecido nombres, reglas y procesos para todo, los hemos normalizado y, aun siendo perjudiciales para nosotros, han pasado a controlarnos dada nuestra ignorancia.

Hay una parte de la mente del niño que es inaccesible a los adultos (afortunadamente). La naturaleza, tan sabia ella, ha otorgado el privilegio a niñas y niños de mimar y custodiar la etapa humana más pura de la vida, impidiendo que ningún adulto pueda entrar en ella (afortunadamente también).

 

Es un don que la naturaleza les ha dado, imprescindible para la infancia y su desarrollo, pues gracias a ello es como construyen y puede florecer su verdadera identidad. Así es como cimentan los pilares de su verdadera personalidad.

 

La infancia es la etapa pagana por excelencia del ser humano. No entiende de razas, ni religiones, no saben si su amigo es rico o pobre, europeo o africano, cristiano o musulmán; no entiende por qué los adultos malgastan tanta energía en que aprendan a leer o escribir, en conocer los números o en conocer todos los países del mundo antes que cualquier compañero. Todavía no han sido inoculados por los condicionamientos miserables del adulto. En estas edades, la naturaleza les ha otorgado la misión de que tienen que jugar, reír, llorar, saltar… Saben vivir plenamente esa vida pagana (afortunadamente).

 

El niño ha sido el eterno perjudicado de un sistema antinatural llamado educación.

 

Es un problema, el de la lucha permanente con los adultos, que parece estar destinado a la eternidad. Si el mundo es dominado por adultos, será muy difícil que estos puedan acercarse a la infancia al nivel que esta lo necesita. Los miedos, miserias y problemas de los adultos no tienen nada que ver con la metamorfosis continua e intensa en la que vive la infancia. El adulto no ha sido capaz de ver el potencial trasformador que la infancia tiene. Adultos e infancia viven vidas antagónicas. Una escuela de adultos es hoy más necesaria que nunca.

 

No hablamos su idioma. Los adultos hace tiempo que olvidamos el lenguaje de la infancia, o, mejor dicho, los condicionamientos a los que somos sometidos desde bien pequeños y que se van enquistando a medida que vamos creciendo, van podando progresivamente esa mirada limpia y plena que solo la infancia parece tener reservada para el ser humano.

Ya nunca entenderemos su mundo infinito, pero a la vez resulta de vital importancia comenzar con este trabajo de acercarnos a la infancia de una manera seria y responsable para así poder conocer sus verdaderas necesidades y desde donde podamos cimentar nuevos pilares educativos.

 

Afortunadamente, la naturaleza sigue haciendo su trabajo y siempre utilizará una lógica natural que ningún condicionamiento adulto podrá abortar. Lo único que tenemos que hacer es escucharla y, lo que parece más difícil para los adultos, respetarla.

La sociedad de hoy necesita ir hacia una escuela más humana, donde las verdaderas necesidades sean atendidas por encima de cualquier interés externo, y donde el foco se ponga en el niño como ser humano único e irrepetible. 

El método Montessori ya no supone hoy una alternativa al sistema imperante. Más bien, podríamos decir que representa la filosofía de vida y educativa acorde a las necesidades de un nuevo mundo que tenemos frente a nosotros, pues Montessori lleva intrínseco en su semilla muchas de las necesidades de la educación de los tiempos actuales. Dicen que “El maestro llega cuando el alumno está preparado” y, la sociedad de hoy quiere y, sobre todo necesita, ir a una escuela más humana, donde las verdaderas necesidades del ser humano sean atendidas por encima de cualquier interés externo.

La filosofía Montessori y el nuevo paradigma educativo

 

Montessori se presenta hoy como una vía de acceso directa al niño. María Montessori fue una mujer que revolucionó la educación para siempre, pues consiguió a través de la observación del niño girar el foco de la educación hacia el niño. Hasta ese momento, la educación tenía el foco puesto en los intereses culturales, religiosos y políticos del sistema, pero es a partir de la propuesta de la Dra. Montessori cuando el foco se pone en el niño como ser humano único e irrepetible que es, el cual lleva consigo unas potencialidades y unas necesidades de desarrollo que tiene que satisfacer, pues en ello le va la vida.

 

Montessori representa por lo tanto un nuevo paradigma educativo desconocido hasta la fecha. Es tan simple el mensaje de la Dra. Montessori, que únicamente una sociedad sumida en la histeria colectiva es incapaz de ver o sentir. Por «muy increíble que te parezca», el niño sigue esperando ser atendido para convertirse en el protagonista del proceso educativo. A día de hoy, los sistemas educativos continúan siendo creados para satisfacer las necesidades económicas de la sociedad. Nos educan con el único objetivo de tener un trabajo, y se olvidan por completo que, detrás de ese niño, hay un ser vivo en forma de ser humano con unas necesidades que tiene que desarrollar, pues en ello le va la vida.

 

Hoy en día ya no hay escusas. Lo que la Dra. Montessori descubrió en el niño a través de la observación, disciplinas como la neurociencia o la psicología del desarrollo lo corroboran en días como hoy, dándonos información de cuáles son esas necesidades que el niño tiene que desarrollar.

 

El problema es que no queremos mirarlas, no queremos atenderlas, pues de hacerlo, tendríamos que asumir algo muy difícil: que el ser humano es la única especie sobre el planeta que aborta por completo los ritmos madurativos de su propia especie.

LA EDUCACIÓN DE DÓNDE VENIMOS

La historia de la educación se inclina más bien hacia el lado del adoctrinamiento, el condicionamiento o la inoculación de ideas, siempre sin tener en cuenta ni los intereses ni las necesidades del ser humano.

Si hay un momento de nuestra reciente historia donde nace la educación tal y como la conocemos hoy, es en la educación que aparece a partir del S. XVIII, que es estructuralmente la misma a la que hoy acuden tus hijos y a la que un día acudiste tú mismo. Sí, parece increíble, pero sigue siendo así.

 

A partir del S.XVIII se le otorgan al Estado, como representante de la sociedad civil, una serie de actividades y funciones que hasta el momento venía desempeñando la iglesia en solitario o cooperando con las instituciones civiles.

La educación es entendida como la vía de asentar un Estado fuerte, con ciudadanos dóciles, buenos soldados y eficaces funcionarios. El Despotismo Ilustrado, con su ideal de “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, considera que el ciudadano sencillo e ignorante es incapaz de saber qué le conviene y que hay que tratarle (por su bien) como a un menor. Consideran pues, que la solución pasa por establecer un sistema educativo donde el Estado se asegure de que sus ciudadanos reciben la información que a éste le interesa. 

 

¿Te sigue sonando todo esto en días como hoy?

 

En esa misma época, la política educativa de Guillermo I (1668-1740) es la que crea la universalización de la educación elemental dirigido, inspeccionado e impulsado por la autoridad civil, aunque con una fuerte impronta religiosa. Posteriormente, la política educativa de Federico II el Grande (1712-1786) aspira a que el Estado lleve el peso de un monopolio educativo de carácter exclusivo y excluyente. La Iglesia para nada intervendría en educación y su papel se limitaría a impartir la enseñanza de religión.

 

En 1763 firma el “Reglamento General nacional escolar”, en el que se fija la obligatoriedad escolar para todos los niños comprendidos entre los 5 y los 14 años, e hizo obligatoria la preparación de los maestros, prescribiendo que ninguno pudiera enseñar sin disponer del título correspondiente. Finalmente, durante la Ilustración francesa, se establece que la educación primaria será un derecho universal, gratuito y obligatorio, pues se considera la educación como un instrumento al servicio del estado a través del cual realizar su ideal de perfección, bienestar, progreso y justicia.

 

Como puedes observar llevamos siglos repitiendo patrones. Nuestro sistema educativo ha caducado. Nos esforzamos en evolucionarlo, pero no podemos más que darlo por perdido, no da más de sí. Lo más honesto que podemos hacer es “darle las gracias” por habernos sido útil en un momento dado de nuestra evolución, pero hoy ya no tiene sentido, pues es anticuado y obsoleto. ¿Si seríamos incapaces de recibir una intervención quirúrgica con medios de hace más de dos siglos, por qué permitimos que nuestros hijos sean educados en un sistema educativo con base en los ideales del S. XVIII?

Las necesidades educativas de hoy ya no pasan por contribuir al principal objetivo de la era de la industrialización del S.XIX, que era el de crear en masa productos idénticos.

Seguir formando a individuos con competencias y habilidades de un mundo que no existe es abocarlos al fracaso. Urge el cambio. Empieza por cambiar ahora mismo y adáptate a la nueva realidad que está emergiendo.

 

Forma a individuos que puedan desarrollarse, que reconozcan su dignidad y que puedan poner su talento al servicio de esta nueva realidad.

 

Educación pública sí, pero no al servicio del Estado y sus miserables intereses. Educación pública al servicio de niñas y niños, del ser humano, para poder cubrir así las verdaderas necesidades que tenemos como seres humanos únicos e irrepetibles que somos.

LA EDUCACIÓN COMO LA ENTENDEMOS HOY

Llevamos siglos repitiendo patrones. Nosotros mismos hemos establecido nombres, reglas y procesos para todo, los hemos normalizado y, aun siendo perjudiciales para nosotros, han pasado a controlarnos dada nuestra ignorancia.

Hay una parte de la mente del niño que es inaccesible a los adultos (afortunadamente). La naturaleza, tan sabia ella, ha otorgado el privilegio a niñas y niños de mimar y custodiar la etapa humana más pura de la vida, impidiendo que ningún adulto pueda entrar en ella (afortunadamente también).

 

Es un don que la naturaleza les ha dado, imprescindible para la infancia y su desarrollo, pues gracias a ello es como construyen y puede florecer su verdadera identidad. Así es como cimentan los pilares de su verdadera personalidad.

 

La infancia es la etapa pagana por excelencia del ser humano. No entiende de razas, ni religiones, no saben si su amigo es rico o pobre, europeo o africano, cristiano o musulmán; no entiende por qué los adultos malgastan tanta energía en que aprendan a leer o escribir, en conocer los números o en conocer todos los países del mundo antes que cualquier compañero. Todavía no han sido inoculados por los condicionamientos miserables del adulto. En estas edades, la naturaleza les ha otorgado la misión de que tienen que jugar, reír, llorar, saltar… Saben vivir plenamente esa vida pagana (afortunadamente).

 

El niño ha sido el eterno perjudicado de un sistema antinatural llamado educación.

 

Es un problema, el de la lucha permanente con los adultos, que parece estar destinado a la eternidad. Si el mundo es dominado por adultos, será muy difícil que estos puedan acercarse a la infancia al nivel que esta lo necesita. Los miedos, miserias y problemas de los adultos no tienen nada que ver con la metamorfosis continua e intensa en la que vive la infancia. El adulto no ha sido capaz de ver el potencial trasformador que la infancia tiene. Adultos e infancia viven vidas antagónicas. Una escuela de adultos es hoy más necesaria que nunca.

 

No hablamos su idioma. Los adultos hace tiempo que olvidamos el lenguaje de la infancia, o, mejor dicho, los condicionamientos a los que somos sometidos desde bien pequeños y que se van enquistando a medida que vamos creciendo, van podando progresivamente esa mirada limpia y plena que solo la infancia parece tener reservada para el ser humano.

Ya nunca entenderemos su mundo infinito, pero a la vez resulta de vital importancia comenzar con este trabajo de acercarnos a la infancia de una manera seria y responsable para así poder conocer sus verdaderas necesidades y desde donde podamos cimentar nuevos pilares educativos.

 

Afortunadamente, la naturaleza sigue haciendo su trabajo y siempre utilizará una lógica natural que ningún condicionamiento adulto podrá abortar. Lo único que tenemos que hacer es escucharla y, lo que parece más difícil para los adultos, respetarla.

UN NUEVO PARADIGMA EDUCATIVO

La sociedad de hoy necesita ir hacia una escuela más humana, donde las verdaderas necesidades sean atendidas por encima de cualquier interés externo, y donde el foco se ponga en el niño como ser humano único e irrepetible. 

El método Montessori ya no supone hoy una alternativa al sistema imperante. Más bien, podríamos decir que representa la filosofía de vida y educativa acorde a las necesidades de un nuevo mundo que tenemos frente a nosotros, pues Montessori lleva intrínseco en su semilla muchas de las necesidades de la educación de los tiempos actuales. Dicen que “El maestro llega cuando el alumno está preparado” y, la sociedad de hoy quiere y, sobre todo necesita, ir a una escuela más humana, donde las verdaderas necesidades del ser humano sean atendidas por encima de cualquier interés externo.

La filosofía Montessori y el nuevo paradigma educativo

 

Montessori se presenta hoy como una vía de acceso directa al niño. María Montessori fue una mujer que revolucionó la educación para siempre, pues consiguió a través de la observación del niño girar el foco de la educación hacia el niño. Hasta ese momento, la educación tenía el foco puesto en los intereses culturales, religiosos y políticos del sistema, pero es a partir de la propuesta de la Dra. Montessori cuando el foco se pone en el niño como ser humano único e irrepetible que es, el cual lleva consigo unas potencialidades y unas necesidades de desarrollo que tiene que satisfacer, pues en ello le va la vida.

 

Montessori representa por lo tanto un nuevo paradigma educativo desconocido hasta la fecha. Es tan simple el mensaje de la Dra. Montessori, que únicamente una sociedad sumida en la histeria colectiva es incapaz de ver o sentir. Por «muy increíble que te parezca», el niño sigue esperando ser atendido para convertirse en el protagonista del proceso educativo. A día de hoy, los sistemas educativos continúan siendo creados para satisfacer las necesidades económicas de la sociedad. Nos educan con el único objetivo de tener un trabajo, y se olvidan por completo que, detrás de ese niño, hay un ser vivo en forma de ser humano con unas necesidades que tiene que desarrollar, pues en ello le va la vida.

 

Hoy en día ya no hay escusas. Lo que la Dra. Montessori descubrió en el niño a través de la observación, disciplinas como la neurociencia o la psicología del desarrollo lo corroboran en días como hoy, dándonos información de cuáles son esas necesidades que el niño tiene que desarrollar.

 

El problema es que no queremos mirarlas, no queremos atenderlas, pues de hacerlo, tendríamos que asumir algo muy difícil: que el ser humano es la única especie sobre el planeta que aborta por completo los ritmos madurativos de su propia especie.