03 Feb Miedo (o Amor)
Desde bien pequeños somos educados en el miedo. Lo tenemos tan integrado en nosotros que hemos hecho del miedo un ingrediente imprescindible en nuestras vidas, por mucho que nos pese. La mayoría de nosotros hemos aprendido a través del miedo, el cual constituye la base esencial de la autoridad y la conformidad. Hoy, adultos educados en el miedo, pretenden reglar leyes en contra del miedo, y así van las cosas, y así seguirán yendo, pues el patrón se repite generación tan generación. No es posible tener una mente fresca y joven si uno es educado desde la infancia hasta la edad adulta a través del miedo.
Dados los numerosos hechos acontecidos con base en el miedo que se llevan repitiendo desde hace años, cabe reformularse la pregunta de cómo podríamos entonces liberarnos totalmente del miedo para poder educar “de otra manera”, de tal manera que las generaciones venideras puedan afrontar sus procesos educativos donde el miedo no siga siendo uno de sus pilares imprescindibles. Encarar el miedo, mirarlo de frente, es una de las cosas que más vértigo produce al ser humano. De ahí, que muchos elijan la opción de obviarlo y dejarse guiar por aquellos que piensas van a conseguir derribar tus miedos.
El ser humano recién nacido es la viva expresión y el fiel reflejo de una trayectoria evolutiva que se muestra en ese momento como la mejor versión de la evolución y de la vida. Ese mismo ser humano, a medida que se va desarrollando, es el fiel reflejo de una trayectoria de adoctrinamiento que se va mostrando en años sucesivos en la desconexión con su esencia. Apenas sin ser consciente de ello, el peso de la cultura, la familia, los amigos, la religión, la escuela, los miedos, los deseos, etc. se apoderan de su verdadera luz. No entiende nada de lo que le sucede, siente desdicha y se ve desubicado en su día a día, pues aquella misión para la que vino a esta vida todavía no ha sido atendida. Su “yo” ha venido para quedarse. Conocerlo y atenderlo será la única opción posible para ser consciente de nuestra experiencia de vida. Intentar obviar el “yo” o creer que no atendiéndolo éste no va a hacer acto de presencia y no va a tener influencia en nuestra vida, es uno de los mayores errores que podemos cometer como seres humanos.
Quizás ahora entiendas la importancia que tiene que tu hija o hijo reciba una educación que atienda y respete tanto sus ritmos de desarrollo como sus potencialidades humanas. Una educación que lo conecte desde bien pequeños con su verdadera esencia. Desde hace miles de años hay una generación de niñas y niños esperando que su comunidad de adultos revise estos aprendizajes artificiales adquiridos en los que fueron adoctrinados para, de esta manera, poder atender con otra mirada y desde el amor la vida que todas y todos llevamos dentro como seres humanos únicos e irrepetibles que somos. Hoy es el día y ahora es el momento.
Avivar la tendencia básica del amor debe ser nuestra tarea como educadores y como ciudadanos. De lo contrario, nos pasaremos toda esta experiencia en forma de regalo que es la vida asumiendo identidades ficticias que no corresponden con nuestra verdadera esencia interior. Hay que lograr que las personas asuman sus responsabilidades desde su interior más íntimo, si no, las leyes básicas de la vida que nos rigen a todos los seres vivos no serán vinculantes y se incumplirán siempre.
La consciencia es la tendencia básica de la evolución, que se abre hacia el otro en forma de amor. Abrir esta tendencia es un reto y una necesidad para la educación y sociedades del presente si queremos no colapsar como sociedad, como colectivo o como especie.
-Pedro Valenzuela.
Foto: Anna Kolosyuk