La transformación del adulto

El mundo de la educación parece estar sumido en una confusión continua, con un sufrimiento intrínseco muy profundo y por momentos, da la sensación, como si esos problemas ya los tuvimos ayer, lo tenemos hoy y, o mucho cambian las cosas, los seguiremos teniendo el día de mañana.

Creo que para abordar ese problema de la educación, debemos «ser valientes», mirando este problema a los ojos, y así poder darnos cuenta de que «ese problema» es tan solo una manifestación externa de la confusión constante en la que parece que «vivimos» nuestros días.

Desde hace un tiempo, también tengo la sensación de que pasamos por este mundo «viviendo vidas de mentira». El condicionamiento interesadamente programado al que somos sometidos desde bien pequeños, hace que se solapen nuestras verdaderas identidades y tengamos experiencias de vida muy lejanas a las verdaderas necesidades de vida que, muy probablemente, podamos tener reales cada uno de nosotros como seres humanos que somos.

Por lo tanto, el problema real al que debemos hacer frente cada uno de nosotros, lo que verdaderamente debemos investigar, es el problema del individuo y su relación con la sociedad en la que vive. Si conseguimos «mirar a los ojos» a un problema tan complejo, tal vez podamos entonces evitar las múltiples causas que nos llevan a tener «esos otros problemas», entre ellos el de la educación. Pues este, al fin y al cabo, no es sino tan sólo un síntoma que nos avisa de que «algo no estaremos haciendo bien».

Es curioso cómo, ante esto, los seres humanos «nos hemos licenciado» en eso de «echarnos los balones los unos a los otros». Tenemos tendencia a pensar que, mediante la legislación, la simple organización o «buen líder» se resolverán todos nuestros problemas. Como de pequeños no hemos sido educados en la responsabilidad, así como en ningún momento la educación «nos ha invitado a conocernos», ya de adultos recurrimos «a los otros» en una medida desesperada por no saber bien «qué hacer con nuestras vidas». Quizás, pensemos entonces que «alguien nos salvará de esta» pero, en realidad, únicamente podrá existir un verdadero entendimiento y una verdadera paz duradera y perdurable cuando el individuo se conozca a sí mismo y comprenda su relación con el otro, lo cual constituye la sociedad. Esa paz está dentro de cada uno de nosotros, no fuera, y únicamente podrá existir cuando cada uno de nosotros, que somos el mundo, comencemos a transformar nuestro interior buscando y trabajando en esas causas que provocan la confusión y el conflicto.

 

«Tu granito de arena» parece entonces que va a ser más importante de lo que imaginas. Solemos valorar y «hacer caso» cuando ocurren acciones conjuntas llevadas a cabo por una mayoría de personas, pero no nos paramos a pensar que esas acciones conjuntas son, en definitiva, la suma de diferentes acciones individuales, y cada acción individual es fruto de «ese granito de arena» que a veces pensamos “no hace nada” para cambiar el mundo en que vivimos.

 

La Dra. Montessori habla, de una forma genérica en prácticamente toda su bibliografía, de la transformación del adulto como proceso imprescindible para poder educar de otra manera. Su trayectoria, así como la propia metodología, fue evolucionando acercándose cada vez más al ser humano. Su experiencia en la India fue muy transformadora en este sentido, y así lo demuestran su relación con personalidades tan influyentes de la época como Gandhi, Krishnamurti o Tagore.

Quién decida acercarse a Montessori debe saber que el proceso te llevará a transitar por momentos muy íntimos donde deberás mirar dentro para poder ver fuera. Esta transformación debe comenzar con un trabajo personal serio de cada uno de nosotros, pues es inútil seguir creyendo que lo externo va a cambiar sin una modificación de lo interno.

Así pues, dejemos de «echar balones fuera». En realidad, podemos hacer muchas más cosas de las que pensamos. Si cada uno de nosotros comprendiera que «lo que hay ahí fuera», es decir, el mundo, es un fiel reflejo de lo que nosotros somos y lo que nosotros somos es el mundo, entonces podríamos plantearnos cómo generar ese cambio tan necesario en nosotros mismos.

 

 

-Pedro Valenzuela